jueves, 21 de octubre de 2010

Batalla de Almenar de la Guerra de Sucesión Española 1710

En la primavera-verano de 1710 un poderoso ejército borbónico al mando del marqués de Villadarias, y con la presencia del propio Rey Felipe V subía hacia Alfarrás desde Lleida, para atravesar el río Noguera Ribagorzana, y dirigirse hacia Alguerri, Castelló de Farfanya, y posteriormente tomar la plaza fuerte de Balaguer, atravesar el Segre y dirigirse hacia Barcelona por los llanos de Urgell. Por otra parte el ejército austracista de tropas aliadas de Inglaterra Provincias Unidas y Austria que se oponía al mando de Starhemberg, y el propio Archiduque Carlos se dirigía hacia Balaguer desde Barcelona, para defender el valor estratégico de la plaza, atravesada por el caudaloso río Segre. El comandante de las tropas aliadas inglesas James Stanhope se hallaba en la vanguardia con la temible caballería inglesa, se dirigió hacia Alfarrás para la defensa del puente clave. Cuando sus espías le informaron de la falta de prevención del ejército borbónico, pidió permiso a la superioridad para lanzar un ataque sorpresa, y tras varias indecisiones de Starhemberg y el Archiduque Carlos, el conde de Stanhope decidió atacar con su caballería los flancos de la borbónica en el Pla del Sas y el Pla del Fenollet, que los sorprendió produciendo una desbandada en el enemigo. Una ola de pánico se extendió por todo el ejército, y hasta el propio Felipe de Borbón, Duque de Anjou, hubo de huir precipitadamente hacia Lleida. La fotografía está tomada en Almenar desde el Castell de los moros, cerca del lugar en que se produjo la batalla, y la población que se ve al fondo es Alfarrás, desde donde Stanhope accedió al Pla del Sas.

Almenar y la carretera de Lleida hacia el sur, y donde estaba instalado el real del ejército borbónico. Esta es la subida al Pla de Fenollet, donde tuvo lugar el combate. No fue una batalla decisiva, pero si que elevó la moral del ejército aliado, que le permitió luego conquistar Zaragoza, y llegar hasta Madrid. Allí Stanhope, muy a la inglesa, los dejó tirados.

Esta es una vista del Pla del Sas. Para mi historia, un grupo de jinetes de la caballería borbónica llegará en su desbandada hasta Malmazat.

sábado, 9 de octubre de 2010

La voz de una vieja inteligencia


Lord Khrisna y Arjuna en Kurushetra

El valiente guerrero pandava Arjuna acosado por las dudas, suplica a su auriga Lord Khrisna, que las disipe:

"Mi pensamiento se nubla, y mi corazón se estremece, oh el mejor de las dos veces nacido. Mi brazo desfallece, y mi arco se niega a disparar la flecha, pues allá entre las filas del ejército enemigo de los kurus, puedo ver a mi tio el Rey Dritarhastra y a mi maestro Drona, ellos fueron mis maestros, y aunque sus almas ahora estén cegadas, y sus corazones dominados por la ambición y la codicia, aún son mis sagrados maestros. Oh Señor, abre mis ojos, aparta mis dudas, ¿qué debo hacer?".

Uno de los mensajes más hermosos del Baghavad Gita: el respeto al maestro.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Caústicidad muy heiniana

Catedral de León

Un amigo me preguntaba el otro día, por qué no construíamos ahora catedrales como las fámosas góticas. Le respondí: "Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones, mientras que nosotros los modernos no tenemos más que opiniones. Desde luego para construir una catedral gótica, es necesario algo más que opiniones".

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La verdadera locura quizás no sea otra cosa sino la misma Sabiduría, pues toda vez que se cansa, al descubrir las vergüenzas del mundo, toma la inteligente resolución de volverse definitivamente loca.

Heindrich Heine

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La negligencia general enquistada


La clase de los amos inicia las guerras; la clase baja las libra; los gobiernos mienten. Es necesario que el ciudadano común se rebele, que agite su dignidad frente a la obscena incuria que le rodea y contra esa seria amenaza a su inteligencia.

Un poeta norteamericano.

La imaginación no es un estado: es la existencia en si misma.

William Blake

domingo, 5 de septiembre de 2010

El viejo caserón



Había comenzado el relato de esta ficción literaria que me llevo entre manos unas cuantas veces. Intenté hincarle el diente en cada uno de los tres focos, o cráteres narrativos en que la estructuré, con el vigor y miedo naturales que se acometen este tipo de empresas, y no había manera. No me faltaba determinación ni ganas de escribir, podéis creerme; sin embargo cuando alcanzaba la decena de folios, quedaba paralizado como un velero en la alta mar encalmada: ni para adelante, ni para atrás con el subsiguiente cabreo. La mente dispersa perdía el hilo del discurso. Adiós a la determinación, al impulso; y hola al odioso abandono. Tras algún tiempo de rechazo instintivo a cualquier proximidad con el proyecto me sentía mal por mi incompetencia, por esa estúpida parálisis que me impedía situar a unos personajes perfilados y lineas argumentales, que ya tenía bien definidos, en un ambiente que me satisficiera a plenitud. No conseguía fijar en mi mente el ambiente dieciochesco que requiere el relato. Un día fui a una población cercana adonde vivo, para visitar este caserón del siglo XVII de las fotos, que alcanzó su máximo esplendor en el XVIII a raíz del éxito económico y político, cuya obscena intimidad es secular, de su muy alto y muy noble señor dueño aristócrata. Nada más franquear el umbral de la puerta principal, penetré en el ambiente que requería mi pobre historia, cayendo de golpe sobre mi atribulada y estupefacta mirada todo un ambiente familiar del Siglo de las Luces.
Espero pronto tener un buen número de folios en mi documento Word.

lunes, 30 de agosto de 2010

Los últimos actos


"La historia de Roger Casemont nos enseña que por mucho positivo que uno haga en la vida, su imagen quedará determinada por lo que sean sus últimos actos".


Mario Vargas Llosa


Roger Casemont fue un diplomático británico, comisionado para investigar los crímenes de Leopoldo II de Bélgica en el Congo. Joseph Conrad capitaneaba el barco con el que remontaron el gran río durante su pesquisa. Conectaron enseguida, y con sus revelaciones sobre el horror el gran novelista construyó "El corazón de las tinieblas". Homosexual sin salir del armario y nacionalista irlandés, fue acusado en juicio de proporcionar armas a las independentistas irlandeses, y ejecutado por ello en 1916. Insobornable defensor de los Derechos Humanos y hombre de gran vitalidad, es el personaje en que basa Mario Vargas Llosa su próxima novela todavía sin publicar con el título "El sueño del celta". Recojo la frase por la aplastante verdad que encierra y a modo de recordatorio.

martes, 24 de agosto de 2010

Ingenii largitor venter (El hambre agranda el ingenio)


Los hombres no quieren vivir la religión, quieren vivir en un mundo legendario.

Pedro Soto Astiz, escritor

Reflexión suscitada a mi amigo Pedro durante una visita a monasterios e iglesias ortodoxas en Rumanía.
Podemos pensar que el estómago vacío o la líbido a tope, también alimentan siempre el ingenio, del mismo modo que las leyendas han alimentado siempre muchos estómagos atormentados y crujientes. Aunque particularmente pienso que el ser humano en general, ha necesitado desde siempre nutrir su vida interior con esa levedad posibilista de la leyenda, que lo lleva al suculento misterio indescifrable y a su placer intelectual. Los gurus verdaderos, avatares, iluminados, bodhisattvas, grandes almas, gigantes de la espiritualidad que están por encima del hambre y del coito son los menos. La inmensa mayoría estamos por la leyenda y la gula voluptuosa.


Otra frasecita:

"No sé con qué armas se combatirá en la III Guerra Mundial, pero sí sé cómo se hará en la cuarta: con palos y piedras".

Albert Einstein

sábado, 14 de agosto de 2010

Toison de Oro para el Conde Aranda


En el año 1755 un gran terremoto estremeció toda la costa de Portugal, alcanzando sus temblores hasta la ciudad de Cadiz. Lisboa quedó prácticamente destruída, y la población seriamente mermada por la gran mortandad. La Familia Real portuguesa huyó a uno de sus sitios de descanso del interior en la más absoluta de las penurias económicas, dependiendo de su servidumbre, incluso para conseguir alimentos precisos para la subsistencia. La Reina de España, Doña Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, pertenecía a esa desventurada Familia Real, de manera que entonces el Rey designó Embajador en Lisboa a Pedro Pablo Abarca de Bolea, X conde de Aranda y uno de los nobles más ricos y poderosos del país. Y hacia Lisboa partió el Conde con 56.000 reales como cincuenta y seis mil soles de su propio pecunio, que aliviarían la situación de los pobrecitos descendientes del Maestre de Avis. Una vez solventado el problema, Abarca de Bolea, harto de contemplar ruinas, miseria y enfermedad, regresó sin perder demasiado tiempo a su acogedor palacio de Madrid. Fernando VI le recompensó con la concesión de la dignidad de Caballero de la Orden del Toisón de Oro por su arriesgada misión. Dignidad que por otra parte el todopoderoso Conde anhelaba añadir a su colección. Y así pasaba a engrosar la lista de eminentes caballeros, siendo el que hacía 750 de ese elenco de eminencias caballeriles, que comenzó en 1429 Felipe III el Bueno, Duque de Borgoña y Conde de Artois, soberano de la Borgoña, quien fundó a imitación de la Orden de la Jarretera inglesa la suya propia, bajo el lema que llevaba en su escudo de armas: "Ante ferit quam flamma micet" (Hiere antes de que se vea la llama). Una de las teorías sobre el significado de la simbología de la figura que se representa en el collar de la Orden, es relativa al cordero llevado al sacrificio, que describe la historia bíblica de Gedeón; hay otra que se refiere a la historia de Jasón y el vellocino de oro. La cuestión es que al Conde de Aranda colgarlo en su aristocrático cuello le costó 56.000 reales, además de andar arrastrado y baqueteado unos meses por infames caminos polvorientos: todo en esta vida tiene su precio.
El Gran Maestre de la Orden es el Rey de España, y la última concesión fue hecha por Juan Carlos I en 1999 a Adolfo Suarez Gonzalez, duque de Suarez y ex-Presidente del Gobierno de España.

lunes, 26 de abril de 2010

Ciencia y crueldad


A lo largo del último año en el Reino Unido han surgido unas noticias que han conmocionado a cierta opinión pública interesada en el siglo XVIII, relacionadas con la paralización de una investigación por parte de las altas esferas, quedando inconclusas, archivadas, durmiendo el sueño de la eternidad entre los legajos de la policía sobre unos oscuros casos de asesinatos, realmente horrendos, crueles, espeluznantes, ocurridos entre 1774 y 1776 en Londres, cometidos sobre jóvenes mujeres desamparadas y solitarias, normalmente putas de la clase baja inglesa, e inmigrantes en la confusa urbe en que se estaba convirtiendo la ciudad durante ese siglo ilustrado debido a una situación de vigoroso crecimiento demográfico. En medio del caos urbano nadie iba a interesarse por una putilla más o menos. Dichas indagaciones llevadas a cabo por historiadores cualificados, personas de solvencia intelectual y moral dignas de todo crédito vinculadas a la universidad de Cambrigde, han relacionado estos crímenes con dos figuras ilustres del siglo XVIII inglés, dos eminentes padres de la Obstetricia y Ginecología modernas: el escocés William Hunter, médico personal de la Reina Charlotte, paridora de infantes para la camada de la realeza hannoveriana, dulce y amante esposa de su marido, el rey Jorge III, aquel de la película "La locura del rey Jorge"; y William Smallie, médico inglés de gran prestigio entre la alta aristocracia e investigador, parece ser que sin ningún escrúpulo por el respeto hacia la vida de sus semejantes. Dos vulgares asesinos en serie al estilo del carnicero de Milwaukee del siglo pasado. Los indicios que llevan hasta estos dos hombres de ciencia son fundados, basados en documentos que se complementan con sus andanzas durante el periodo en que se cometieron los crímenes infames. Estos doctores vivían obsesionados con su aportación al avance de la civilización y por su lugar en aquel orden social, por su brillo social. Obsesión que les permitió superar cualquier repugnancia, ante el indudable vértigo que pueda suponer el hecho de segar una vida joven en plena flor de la vida, y la vida que, a su vez, estaba gestando dentro de su vientre. Estos personajes personajes desalmados eran hombres de bien y de ciencia en la sociedad londinense de la época. Fríos asesinos que ordenaban la búsqueda de cadáveres de jóvenes embarazadas, los almacenaban y los diseccionaban; luego su colaborador y cómplice, el dibujante holandés Jan van Riemsdyck hacía los dibujos como el que veis más arriba. Necesitaban mujeres en avanzado estado de gestación, estableciendo a sus sicarios un baremo de precios por cadáver en relación con el mes en que se hallaban preñadas: nueve meses, muy buen precio; seis meses, más barato. Y los sirvientes de sus opulentas casas se afanaban en proporcionárselos, ansiosos por sacarse un dinerete extra, buscándolas en los abigarrados barrios de putas de la ciudad, en los que abundaban esas desamparadas criaturas, por cuyo paradero nadie iba a preguntar. Sabido es que el avance de la ciencia siempre se ha cimentados sobre cadáveres de personas indefensas de un sistema atroz, y que el ser humano nunca ha sentido en general demasiada compasión hacia sus semejantes. Y si la ha sentido, se ha especializado en disfrazarla. Pero uno se pregunta: ¿era realmente necesaria esa crueldad tan mezquina?. Una mente capaz de trabajar en avances extraordinarios para la Humanidad, ¿ cómo puede tener los bemoles a la vez de ordenar crímenes tan repulsivos?. ¿O actuaban al amparo de la Monarquía para que su factoría particular de bebés ampliara sus horizontes científicos en beneficio propio?. De sus estudios se ha derivado a fáciles partos para las mujeres de hoy en día, eso es obvio. ¿O puede ser que ellos mismo fuesen víctimas del despotismo real, tan imperante en la época?. Aunque también pudiese ocurrir que, además de su aportación al desarrollo de la ciencia, buscasen satisfacer una vanidad extravagante, el culto a un ego desmesurado, el aumento de su prestigio, de su poder, y de paso y a la postre, el ulterior enriquecimiento personal. Hoy, dos siglos y pico después, si las cosas sucedieron como se cree que sucedieron, uno no puede dejar de sentir una enorme desazón: la mezquina crueldad del ser humano sigue siendo capaz de mayor perversidad, con tal de satisfacer cualquier vanidoso ego estúpido. En el siglo XXI, en nombre de la ciencia o lo que sea, existe la esencia de la misma miserable crueldad: siguen muriendo seres humanos por decisión de otros seres humanos, con la misma facilidad de entonces.