martes, 7 de julio de 2009

Compartamentizar tu vida

Yo compartamentizo, tu compartamentizas, el compartamentiza... Cuando te metes en el lio de escribir una novela con los mínimos de seriedad exigible, es preciso familiarizarte con la conjugación cotidiana del verbillo de marras. Es decir, debes construir en tu vida diaria compartimentos estancos bien definidos, impermeables a corrientes de aire de la afección, compromisos sociales (en ocasiones es un buen pretexto) y demás; todo ese cúmulo de pequeñas cosas que conforman la vida de cualquier persona. Es bueno para la creación ser metódico, conseguir el mejor aislamiento posible, pero muy dificil a la vez; y además, para entrar de lleno en la historia se requiere paciencia y lento desbroze de malezas, y esto es algo que no se consigue de buenas a primeras, sino que conforme te vas adentrando en ese mundo imaginado, de manera pausada adquieres mayor seguridad en las formas que imaginaste para sus edificios, el olor y el pavimento de sus calles, los baches y claperas de sus caminos y demás artificios que ha fabricado tu fantasía. Y entonces, conforme alcanzas esa seguridad, las cosas ya no son tan difíciles, todo marcha como más rodado. Por eso en estas circunstancias, es muy importante compartamentizar tu vida.
Ocho horas de jornada laboral, que no tiene nada que ver con la escritura; seis horas de sueño, más o menos; tres horas para los blogs; tres horas para la fotografía y paseos por el monte; y cuatro horas para compromisos sociales y demás. Total, las veinticuatro horas del día; todo esto es fácil decirlo, amigo, pero hacerlo...
Por ahí ando ahora, en el inicio de ese camino novelístico que he emprendido; y cuya deriva no será inflexible, por supuesto; poco a poco, voy a ir definiendo esas normas de conducta cotidiana que, a grosso modo, imperaran en los próximos dos o tres años de mi vida, aleteando por los compartimentos estancos de mi vida, donde se agitaran emociones, reflexiones, ideas y dudas, las terribles dudas. Sin embargo espero, deseo y estoy muy convencido de que cada cosa estará en el lugar apropiado en el momento preciso.

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