lunes, 29 de junio de 2009

Obsesiones benévolas



Las obsesiones benévolas son nutritivas, como la que tuve en mi juventud por este señor anglófilo con acento y deje de aristócrata porteño. Me enseñó, entre otras cosas, las metáforas más contundentes, definitivas, y singularmente bellas, escritas en español y contenidas en versos maestros de sonetos magistrales como: "Zeus no podría romper las cadenas..."; también me enseñó la inteligencia narrativa y el valor del verbo preciso, y el cuento, tanto como teorema exacto, o ecuación mágica. Agradecido con pasión y sentir vehemente siempre, me acuerdo del maestro desaparecido. Así mismo, acuden a mi memoria otras palabras muy borgianas, que el gran escritor dedicó durante una visita a España al Rey Juan Carlos, recién coronado. Le dijo al último de los Borbones: "Porque un Rey como el Poeta tiene un destino, es algo fatal". Por eso y por mil recuerdos más, al querer hablaros hoy de esta obsesión literaria que asalta mis primeros días veraniegos, al tropezar con su imagen mientras navegaba por Internet, he decidido escogerla para la entrada: un humilde y pequeño homenaje al eterno maestro de maestros.

Bueno, pues la obsesión benévola que ha motivado esta entrada es esa idea de que os hablaba el otro día, sobre la que se cobijará la historia que pretendo contar. Por decirlo de alguna manera suave, me hallo benéficamente obsesionado; por fin y como por ensalmo, esa compulsión tan arraigada en mi caracter, ha trascendido el estado del "podría ser" hasta derivar en la realidad incontestable de "ser", que me acompaña cual fiel compañera: cuando reposo mi cabeza sobre la almohada, al abrir los ojos tras el sueño acude de nuevo; se cuela en mi agenda diaria exigiendo prioridad, como un niño malcriado; y en el trabajo, cualquier momento que tengo un rato libre, viene gozosa como una novia exigiendo ser el centro del universo; al terminar mi jornada y respirar el aire libre de la calle, viene presto alegre a mi mente: "Ahora el tiempo es nuestro", me dice. Y me hace sentir feliz y cómodo esa pulsión, que, de momento, juzgo provechosa.

Hoy he estado en la Biblioteca pública toda la tarde enfrascado en un libro de Historia, y me he llevado prestado otro para 20 días; una biografía interesante, que alimentara aún más mi benévola obsesión.

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