lunes, 3 de enero de 2011

El futuro pertenece a aquellos con memoria más larga (F. Nietzsche)

[04.jpg]


PROYECTO DEL CONDE DE ARANDA

Tras el Tratado de París (1783) firmado con Inglaterra, por el que se reconocía la independencia de las colonias inglesas en la América del Norte, el conde de Aranda dirigió un memorial al rey Carlos III, donde le hacía partícipe de las aprensiones que dicho Tratado le producían: "...ha dejado en mi alma un sentimiento penoso... la independencia de las colonias inglesas ha sido reconocida, y esto mismo es para mí un motivo de dolor y de temor". Pedro Pablo Abarca de Bolea, décimo conde de Aranda, como alto aristócrata de rancio abolengo, y sobretodo como hombre de Estado con las ideas del siglo, reflexionaba muy amargamente acerca del efecto que se derivaría de los Pactos de Familia firmados con Francia, que tan nefastas consecuencias tuvo para España, arrastrada a una guerra contra Inglaterra contraria a sus intereses, que el reconocimiento de la independencia de las colonias inglesas significaba un peligro, para conservar la América española. En su prevención, Aranda recomendaba una solución monárquica:

1- Dividir América en tres reinos: Nueva España, Perú y Tierra Firme.

2- Colocar en cada uno de ellos, como Rey, a un Infante español.

3- El Rey de España mantendría el vínculo de la Corona con estos nuevos reinos en calidad de Emperador.

4- España conservaría Cuba y Puerto Rico.

5- El comercio entre España y los reinos americanos se realizaría en pie de igualdad.

6- Francia proveería las manufacturas de que careciera España.

7- Inglaterra estaría absolutamente excluida.

8- Los Reyes americanos y sus hijos se casarían con princesas españolas; los príncipes españoles se casarían con princesas americanas.

Las prudentes consideraciones de Aranda fueron desestimadas por el monarca borbónico español en la más pura linea inmovilista y reaccionaria de esta dinastía.

“..Que V.M. se desprenda de todas las posesiones del continente de América, quedándose únicamente con las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional y algunas que más convengan en la meridional, con el fin de que ellas sirvan de escala o depósito para el comercio español. Para verificar este vasto pensamiento de un modo conveniente a la España se deben colocar tres infantes en América: el uno de Rey de México, el otro de Perú y el otro de lo restante de Tierra Firme, tomando V.M. el título de Emperador. (…)“

«La independencia de las colonias inglesas queda reconocida, y éste es para mí un motivo de dolor y temor. Francia tiene pocas posesiones en América, pero ha debido considerar que España, su íntima aliada, tiene muchas, y que desde hoy se halla expuesta a las más terribles conmociones...». Y más adelante: «Jamás han podido conservarse por mucho tiempo posesiones tan vastas colocadas a tan gran distancia de la metrópoli. A esta causa, general a todas las colonias, hay que agregar otras especiales a las españolas, a saber: la dificultad de enviar los socorros necesarios; las vejaciones de algunos gobernadores para con sus desgraciados habitantes; la distancia que los separa de la autoridad suprema, lo cual es causa de que a veces trascurran años sin que se atienda a sus reclamaciones... los medios que los virreyes y gobernadores, como españoles, no pueden dejar de tener para obtener manifestaciones favorables a España: circunstancias que reunidas todas no pueden menos de descontentar a los habitantes de América moviéndolos a hacer esfuerzos a fin de conseguir la independencia tan luego como la ocasión les sea propicia".

Respecto a la nueva nación americana: «...esta república federal nació pigmea, por así decirlo, y ha necesitado del apoyo y fuerza de dos Estados tan poderosos como España y Francia, para conseguir su independencia. Llegará un día en que crezca y se torne gigante, y aun coloso temible en aquellas regiones. Entonces olvidará los beneficios que ha recibido de las dos potencias, y sólo pensará en su engrandecimiento... El primer paso de esta potencia será apoderarse de las Floridas, a fin de dominar el golfo de México. Después de molestarnos así y nuestras relaciones con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio, que no podremos defender contra una potencia formidable establecida en el mismo continente y vecina suya»

Discurriendo este ilustrado europeo sobre los medios que convendría emplear, para evitar las grandes pérdidas que preveía, proponía al Rey el establecimiento de tres infantes españoles en los dominios de América como reyes tributarios: uno en México, otro en el Perú, y otro en Tierra Firme, tomando el rey de España el título de emperador, y conservando para sí solamente las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional, y alguna otra que conviniera en la meridional.

Los Infantes y príncipes disponibles para 1783 en la Corte de Madrid eran:

· Maria Josefa; (1744–1801)
· El futuro Carlos IV; (1748–1819)
· Fernando; (1751–1825), futuro Fernando IV de Sicilia
·Gabriel de Borbón; (1752–1788), uno de los príncipes europeos más ilustrados de la época.
·Antonio Pascual de Borbón; (1755–1817). Mejor olvidarse de éste.

Los nuevos soberanos y sus hijos deberían casarse siempre con infantas de España o de su familia, y los príncipes españoles se enlazarían también con princesas de los reinos de Ultramar.

«De este modo -decía- se establecería una unión íntima entre las cuatro coronas, y antes de sentarse en el trono cualquiera de estos príncipes, debería jurar solemnemente que cumpliría con estas condiciones».

Y ahora podemos preguntarnos, qué hubiese sucedido, si Carlos III acepta el plan del Conde Aranda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario