miércoles, 24 de junio de 2009

Nueva novela, la tercera


Todos mis afanes literarios han permanecido durante bastante tiempo en un lamentable letargo, debido a cierta indolencia por mi parte, y también y en mayor grado, a la tormenta emocional que ha arrasado mi vida en los últimos años. Sin embargo, después de la tormenta viene la calma, como se suele decir, y por ende, poco a poco, ha ido instalándose en mi vida un sosiego y una benevolencia hacia todo, de la que, y podeis creerme, estaba muy necesitado. Mi afición preferida desde siempre ha sido amontonar palabras lo más ordenadamente posible, las más bellas y que mejor expresen mis emociones y pensamientos. Escribir prosa y poesía siempre fue el más ferviente y oculto anhelo que tuve, además de diversión favorita, que los malos hábitos que han jalonado mi vida la apartaban de cualquier proyecto literario serio que me propusiera. Aunque ahora esto terminó.
Pienso, como Thomas Mann, que una novela debe ser una historia cobijada bajo la gran sombra del árbol, que es la idea esencial. De momento, ésta la tengo ya, así como dos personajes y un vago proyecto argumental, que espero que progresivamente se vaya concretando y desarrollando, y por supuesto, también voy bien surtido de montañas de ilusión y ganas de darle al coco y a la tecla.
Surgió esta idea en el transcurso de una visita a Siétamo, cuna del Conde de Aranda, ministro de Carlos III, y uno de los políticos reformistas españoles más interesantes de la época de la Ilustración. Y como se trata de un paisano y su obra fue bastante progresista, me agradó su época para ambientar mi novela. Sin duda, es una tarea ingente y laboriosa, necesitaré muchas horas de soledad, silencio y reflexión. No me importa, porque amo, me gustan y motivan los retos difíciles.
He pensado anotar cada día en este diario cibernético acontecimientos y sensaciones que me depare el proceso creativo; los avances y retrocesos del proyecto, que siempre son convulsos; las terribles dudas que suelen acuciar al autor, los temores sucitados; la felicidad de un texto logrado a plena satisfacción, momento de íntimo gozo; y todo ello, compartirlo con vosotros. Espero asimismo que me sirva de ayuda para el desarrollo de mi proyecto literario, y sobretodo en el hecho fundamental del asunto, y éste no es otro que ir rehaciendo mi vida emocional golpe a golpe, piedra a piedra: volver a la estabilidad que tanto ansío, ya por fin definitiva. Cuando un adicto profundo, como es mi caso, abandona la obsesión enfermiza que ha llenado su vida durante largo tiempo, necesita rellenar su espíritu y su mundo interior otra vez, y con algo que colme realmente su centro de recompensa de placer en el hipotálamo, necesita que las endorfinas generadas por el propio cerebro, conduzcan hacia allí el placer suficiente para hacer olvidar la vieja adicción perniciosa y perturbadora que le atenazaba. Ese es el objetivo prioritario que espero alcanzar cuando ponga la palabra FIN a mi historia. El resto es secundario.
La idea básica de la novela es construir un friso, un retablo lo más aproximado posible sobre la dificil vida en la sociedad española durante el Siglo de las Luces, aquel Siglo XVIII de la frenética actividad política del reformismo ilustrado, que tanto influyó en toda Europa y América durante ese fascinante periodo de la Historia contemporánea, en que hombres sensatos y bien intencionados se esforzaban por construir un orden nuevo que mejorase las condiciones de vida de la gente, luchando por la supresión de desigualdades y la expansión de la educación, por una sociedad más igualitaria, que derribara los caducos mitos y creencias del Antiguo Régimen.

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